La dificultad de definir el acoso en el siglo XXI

Han hecho falta varias generaciones y demasiadas historias trágicas sobre el sufrimiento de los adolescentes, pero creo que ahora podemos decir que la sociedad finalmente ha entendido que el acoso es un problema que exige nuestro tiempo, atención y respuesta. Ahora es bastante raro escuchar a una persona que diga que el acoso es de alguna manera un “rito de paso” o una parte justificable de la vida adolescente, a pesar de que esa era una explicación plausible en el pasado.

Sin embargo, a pesar de que nuestra sociedad haya avanzado enormemente informándonos de las posibles consecuencias del acoso, no ha sido fácil delimitar claramente lo qué es exactamente el acoso. Por ejemplo, si te insulto una sola vez y no lo vuelvo a hacer, ¿se considera acoso? ¿Y si publico dicho insulto en línea para que otros lo vean y lo compartan en las redes sociales? ¿Y si tu mejor amigo utiliza el mismo insulto y ambos nos echamos a reír? En cada uno de estos casos, el comportamiento es exactamente el mismo. ¿Pero se trata de acoso?

Como otros conceptos amorfos, uno podría argumentar que el acoso es fácil de definir porque “lo reconocemos cuando lo vemos”. Y muchas veces, el acoso es fácil de detectar. Pero esa perspectiva no es de gran ayuda para evitar que ciertos comportamientos nunca ocurran. Y las autoridades escolares y legisladores necesitan definirlo claramente de un modo que sea comprensible para aquellos que lo están sufriendo y de modo que las políticas puedan prohibirlo. Y aquí está el problema: la experiencia de cada uno con el acoso es diferente. Esto es cada vez más cierto ya que la tecnología se ha convertido en una herramienta adicional para el acosador.

El acoso frente a otros comportamientos perjudiciales: la importancia de la repetición y la intención

En el Centro de investigación del ciberacoso, definimos el acoso cibernético como “un daño intencional y repetido infligido mediante el uso de ordenadores, teléfonos móviles o dispositivos electrónicos”. Esta definición se ha creado a partir de, e incluye elementos comunes, las antiguas definiciones de acoso tradicional. Estamos hablando de conductas que son deliberadas, ocurren durante un periodo considerable de tiempo y ocasionan (o tienen la posibilidad de ocasionar) daño.

Puesto que esta definición excluye otras formas específicas de daño interpersonal hacia un compañero, como incidentes aislados o accidentales, nos ayuda a distinguir el acoso de otras conductas hirientes. Después de todo, no podemos llamar “acoso” a todos los problemas que ocurren entre jóvenes de la misma edad. Y no solo eso, sino que el término “acoso” tiene ciertas connotaciones y puede requerir acciones formales específicas por parte de las escuelas y por lo tanto debe utilizarse únicamente cuando sea apropiado.

Los dos elementos que diferencian con claridad el acoso de otras conductas hirientes son la repetición y la intención (y de algún modo estas van de la mano). Si nos topamos accidentalmente en el pasillo, por ejemplo, casi todo el mundo estaría de acuerdo de que esto no es acoso (incluso si alguien sale gravemente herido). Del mismo modo, si te pego un puñetazo en la nariz una vez, sin que hubiera pasado antes y sin que vuelva a ocurrir en el futuro, esto tampoco se consideraría acoso. Podría considerarse una agresión, y probablemente debería ser castigada, pero no se trata de acoso escolar. El acoso es una forma específica y única de comportamiento hiriente que genera un miedo casi constante de nuevos ataques inminentes. Sin la repetición, o por lo menos una amenaza explícita de repetición, esto no sucede.

Algunos sostienen que es difícil, si no imposible, entrar en la mente de un adolescente con el fin de determinar la intención. Una manera es observar lo que ocurre después de que se le haya llamado la atención a un adolescente por su comportamiento hiriente. Si los comportamientos continúan incluso después de haber tomado conciencia de que lo que ha hecho ha sido hiriente, entonces está claro que el agresor tiene la intención de causar daño. Dicho esto, la repetición por sí misma no hace que un comportamiento sea automáticamente acoso. Puedo hacerte o decirte algo muchas veces, pero si no lo hago con la intención de hacerte daño, o sin saber que te hace daño, no es acoso. La repetición y la intención deben ocurrir a la vez para que un comportamiento pueda considerarse acoso.

¿Está siendo su hijo una víctima de acoso?

Algunos también podrían argumentar que lo que determina si un comportamiento es acoso o no son los ojos del observador. Si sientes que te están acosando, entonces se trata de acoso, es así de simple. Pero no podemos basarnos únicamente en opiniones subjetivas. Ya que a diferentes personas las mismas experiencias les afecta de forma diferente. Lo que determina si algo es hiriente o no, es ciertamente la percepción de la persona; pero lo que determina si algo es acoso o no deben ser criterios objetivos.

Si sospecha que su hijo (o alumno o amigo) está siendo acosado, en línea o fuera de ella, he aquí unas preguntas para ayudarle a diagnosticar la situación:

  1. ¿Desde hace cuánto tiempo ocurre este comportamiento? ¿Con qué frecuencia se dan situaciones desagradables?
  2. ¿Ha manifestado la víctima a la persona o personas que tienen esta conducta que les está haciendo daño o les ha pedido que paren? ¿Diría una persona razonable que estos comportamientos son hirientes?
  3. ¿Ha respondido la víctima diciendo cosas hirientes?
  4. ¿Cree la víctima que la persona o personas que están haciendo o diciendo cosas hirientes lo están haciendo con la intención de herir sus sentimientos?

Es importante señalar que por el simple hecho de que una víctima no le diga al agresor que pare no quiere decir que no esté siendo acosada. Pero si lo hace y la situación se repite, queda claro que la persona que acosa está intentando deliberadamente hacerle daño. Del mismo modo, muchos adolescentes responden casi instintivamente al acoso arremetiendo contra el acosador (diciendo o haciendo cosas hirientes hacia ellos). Esto nunca es una buena idea, porque a ojos de los demás esto puede parecer más una pelea o un desacuerdo entre iguales, en vez de un acoso. También puede dificultar demostrar quién empezó. Aún así, solo porque la víctima tome represalias no significa que el incidente no sea acoso. Se necesitaría más información para determinar exactamente cómo comenzó el incidente y para establecer quién hizo qué y cuándo.

El acoso es una experiencia del todo común para los jóvenes de hoy en día. Puede ocurrir prácticamente en cualquier lugar en el que se junten, incluyendo patios y sitios de redes sociales. Los padres, educadores y otros adultos que trabajen con jóvenes deben mantener una comunicación abierta con los niños para que se sientan seguros de acudir a ellos cuando se encuentren con problemas con sus compañeros (en línea o fuera de ella). Con suerte esto permitirá a los adultos intervenir de forma que el acoso termine antes de resultar en otra historia trágica.

Podrá encontrar algunas señales de alarma que le indiquen que su hijo/a podría estar involucrado en un caso de ciberacoso aquí.