Padres y profesores: ¡hablen con sus chicos sobre las redes sociales!

Nunca antes en la historia de la humanidad los adolescentes habían tenido tantas opciones en cuanto a lo que ven y experimentan, además de cómo y con quién lo comparten. La ONU estima que a finales del 2014, más de 3000 millones de personas habían tenido acceso a Internet. En esta plataforma es donde residen las redes sociales, y los adolescentes de hoy en día nunca han vivido sin ellas. Del mismo modo que no podemos imaginar una vida sin electricidad, coches o teléfonos, los adolescentes no pueden imaginar relaciones humanas y amistad sin las redes sociales. Las redes sociales son una manera de expresarse y conectar emocionalmente con los demás. Por este motivo, preparar a los jóvenes para prosperar en su cultura digital es una de las tareas más importantes que, como padres y profesores, tenemos hoy en día.

Como padre, esto lo vi clarísimo cuando la cuenta de Facebook de mi hija de 15 años fue hackeada. Cuando la vi venir hacia mí, sosteniendo mi portátil, con la cara pálida y visiblemente angustiada, me preparé para lo peor. Pensé que uno de sus amigos habría muerto en un accidente de coche o que sus padres habrían fallecido inesperadamente. Me sorprendió muchísimo darme cuenta del dolor y el shock que podía causar un spammer. Su cuenta había sido hackeada por un cibersecuestrador desconocido que había enviado mensajes desde el perfil de mi hija. Pero lo que más le angustiaba eran los comentarios publicados por sus amigos, visibles para todos, a los que no podía responder ni controlar. Era como si se acabara el mundo, su mundo se estaba derrumbando. Aprendí que para mi hija interactuar en las redes sociales no solo era una actividad para entretenerse o distraerse, sino más bien un factor esencial para su bienestar. Las redes sociales representaban una conexión esencial con sus compañeros. Sentándome con ella, encontramos la función «denunciar abuso» y enviamos una notificación. En el plazo de una hora pudo recuperar el acceso a su cuenta y pudo corregir los mensajes malentendidos. Esta experiencia supuso un cambio de paradigma para mí. Ese fue el momento en el que comprendí que los padres y los profesores tienen que estar disponibles y apoyar a los adolescentes.

Internet, nuestra sociedad y las redes sociales se han entrelazado tanto que es casi imposible alejar a los jóvenes de esto sin aislarles de su comunidad en su conjunto. Un tal ostracismo podría tener importantes consecuencias emocionales para los adolescentes, hasta llegar al punto del aislamiento. Incluso en la escuela, los estudiantes llegan, cada mañana, influenciados por las interacciones digitales de ayer, que inciden en su capacidad mental, física y emocional. Durante todo el día, seguirán interactuando entre ellos a través de Internet. Incluso si las redes sociales no están permitidas en el colegio, a menudo se utilizan desde smartphones y dispositivos móviles. Por este motivo, las escuelas también deben involucrarse proactivamente en la vida digital de los estudiantes y estar preparados para enfrentarse a los problemas digitales que puedan surgir.

La mayor diferencia entre los jóvenes de hoy en día y nosotros, es que ellos son los artífices de sus propias experiencias digitales. Sus medios de comunicación no han sido impuestos por un número selecto de autoridades con el poder de crear, promover y distribuir contenido preseleccionado para las masas. Cuando los adolescentes utilizan las redes sociales, quieren participar, quieren ser escuchados, vistos y reconocidos. Recopilan imágenes de Internet y crean grandes álbumes de fotos para enseñar y compartir. Lanzan preguntas al «universo online» y esperan una respuesta. Publican listas de reproducción y contenidos únicos y envían comentarios. Colaboran en comunidades en línea para codificar, escribir historias, compartir vídeos y contribuir con arte y música. Juegan a complicados juegos sociales que requieren la creación de grupos o equipos para competir. Lo evalúan y revisan todo, desde profesores y escuelas hasta películas y lugares para salir. En definitiva, los adolescentes publican, comparten, tuitean, enseñan y juegan con un público potencialmente internacional. Esto puede ser a la vez una gran responsabilidad y una gran oportunidad. Se amplifica una voz y se le da el poder de influenciar positiva o negativamente a personas reales y vidas reales.

Como padres y profesores, tenemos la gran responsabilidad de preparar y orientar a los adolescentes que navegan por este terreno digital nuevo y a veces difícil. Mientras los adolescentes definen los adultos en los que se convertirán, podemos estar allí como puntos de referencia, ayudándoles a ver las consecuencias de lo que podrían publicar antes de que lo publiquen, o podemos dejar que se embarquen solos en el mundo real, con posibles consecuencias a largo plazo. Ha habido casos en los que los adolescentes han intervenido con éxito para evitar una tragedia. Pero también hay historias tristes de jóvenes que promueven comportamientos que les hacen daño tanto a sí mismos como a los demás. Los adolescentes no aprenderán a ser éticos o responsables por accidente o por ósmosis. Sin un esfuerzo consciente por nuestra parte, perderemos la oportunidad de orientar y apoyar a los adolescentes mientras están desarrollando sus hábitos y expectativas para las interacciones en línea. Al no implicarse con los jóvenes en cuanto a las redes sociales, los padres y las escuelas pierden la oportunidad de ayudarles a adquirir las habilidades y construir la resistencia emocional que necesitarán para tener éxito en nuestra cultura cada vez más digital. Nuestra responsabilidad es enseñar las habilidades y competencias necesarias y guiar a los adolescentes para que tomen decisiones que les permitan vivir una vida gratificante y llena de oportunidades. Al presentar los aspectos positivos y negativos de las redes sociales y crear y comunicar nuestras expectativas en cuanto a las interacciones en línea, podemos construir una red de apoyo para ellos tanto online como en la vida real. En los próximos artículos, voy a compartir medidas probadas, que los padres y las escuelas pueden tomar para ayudarlos en esta tarea.